viernes, 28 de mayo de 2010

La ultima nota

Parece ver un espejismo.
La primera vez que la vio fue en este mismo lugar.

Tocaba la guitarra, tocaba muy bien, su cabello más corto que el de él, dejaba ver unas facciones delicadas, finas, en un rostro impuesto y serio, concentrado. Sus labios secos permanecían inmóviles, salvo para dar las gracias a quienes tiraban monedas en su estuche. No vio sus ojos ese día, las gafas obscuras bloquearon su mirada, pero basto que León viera sus manos, sus dedos, sus movimientos, que lo dominaron con la misma facilidad con que ella dominaba las cuerdas.

Se acerco y dejo un billete, ella movió la boca en un fallido intento de sonreír. 10-20 minutos observando hasta que León prefirió volver a probar al día siguiente. Continuo visitándola, por una semana, sin que ella, absorta en su música, le respondiera mas que con un frió intento de sonrisa. León seguía sin perder las esperanzas, estaba completamente anonadado, seducido por su belleza y su habilidad. Intenta por fin, lanzarse de verdad. Después de verla por media hora corrió a la tienda de discos, compro un disco de Yngwie Malmsteen y lo puso en el estuche. La chica se detuvo un momento, de sus labios secos y rosados se desbordaron casi en susurros sus palabras.

- Nora, a las 9 en Coyoacán, me gusta el café irlandés.
Esbozo una sonrisa y siguió tocando.

Y dieron las 10. Ni un rastro de ella, su café espera en la mesa. Leon paga y sale a la calle, no muy lejos de Coyoacán. León espera encontrarla aun tocando, virtuosa, ensimismada y desprendida del mundo, hundida en las notas. Sin embargo un tumulto se aglutina en la calle. Se escucha una sirena a lo lejos. La guitarra en el suelo y ella, alcanzada por una bala en el mismo lugar en el que la conoció, los ojos que tanto ansiaba ver, están apagados. Se acerca y le cierra los parpados. El disco de Malmsteen se quedó en el estuche.

IGAREES

Amanece. Sigues viendo los días desvanecerse; ocasos, alboradas, noches y madrugadas, el mundo pasa frente a ti y tú estás relegado a ser tan sólo un testigo inerte. Tu memoria comienza a desaparecer, a perderse sin un rastro de previa existencia. ¿Cuándo fue la última vez que recordaste? Ya tampoco lo recuerdas. ¿Eran los recuerdos de un anciano, de una mujer infartada, de un joven suicida?
Ya perdiste todo, tantos y tantos años se han ido y a pesar de tus esfuerzos por soportar te hundes en un vacío abismal. Necesitas más recuerdos, necesitas matar.

El pueblo al que haz llegado es pequeño, las voces de sus antepasados viajan ligeras y suaves, como murmullos en el aire. Es por eso que el viento recorre todos los espacios con tranquilidad. Te deslumbras de ese río de hilos de plata que surcas volando y por el cual viajan las barcas de los hombres, en su interior hay mas espejos, de modo que crees que la imagen que refleja es más real que la que tienes en verdad. Tus alas de hueso te elevan sobre el agua de metal, se reflejan el cráneo blanco, las cuencas vacías, los dientes afilados, un montón de huesos hambrientos. Están por ahí esperándote, lo presientes, alguien.

Es de día cuando llegas. Curiosamente aunque en el cielo hay sol y nubes el río refleja luna y estrellas. Te acercas donde juegan un grupo de niños persiguiendo una rana sin cabeza. Te escondes entre las ramas de un árbol, y miras cuidadosamente a los niños, te das cuenta de que alguien más observa, te observa a ti.
No debe tener más de 8 años, es pequeño, escuálido y de tez morena. Está sonriente, apartado de los otros niños hace figuras de animales imaginarios en la tierra con una rama, te saluda con su mano pequeña y te sonríe, eso ojos cafés fijos en ti, inocentes, estás paralizado.
Te vio.
Él es tu presa, es el siguiente.

Aun no entiendes por que no te temió, no huyo y te sientes débil. Un niño inocente ablandó a la muerte. Lo observas dormir desde el marco de la ventana, respira sin preocupación alguna, sueña con el amigo que se encontró por la mañana, sin saber quien era.
Lo quieres. Una parte de ti pide arrebatarle la vida a ese mocoso, la necesitas, ya no puedes tranquilizarte, necesitas un pasado, 8 años pueden no tener suficientes memorias, pero te caerás a pedazos a no ser que obtengas esos recuerdos que repasar, que revivir en tu memoria muerta.
No sabes si podrás hacerlo, te acercas de nuevo por la mañana.

- Hola pajarote- sí, te está hablando, como si fueras cualquiera de ahí. No respondes al saludo, pero te intriga saber por que te mira con esa alegría, por que no se aterra, no corre de ti.- Me llamo Darío, mi abue habla mucho de ti, dice que tú te llevaste a mi abuelo y que cuando fueras por ella estarían juntos otra vez y cocinaría el pollo como tanto le gustaba. ¿Vienes por mi abue? Será feliz, lo sé, llora mucho extrañando mi abuelito.

Inmóvil frente a ese niño, ¿Qué haces, lo tomas de una vez? Sabes que no gritara, no lo evitará, pero sigues ahí parado, ¿por qué no haces nada?
Él espera maravillado tu respuesta, como quien ve el mar por primera vez. Sientes ese vacío, lo necesitas, ódiate después, sólo llévatelo ya.

- No hablas español, lo siento no sé que hablen los pajarotes. Tienes hambre o sed, te llevare a mi aldea, mamá hace un pescado muy rico.-
- ¿Cómo es que- te decides a hablarle- a pesar de saber quien soy, no me temes?
- Que voz tan rara tienes- te dice, sin poner mucha atención a lo que decías- seremos buenos amigos. Bueno ya me voy, tengo que llevar esta agua a mi casa,
- Niño, no debes decir nada de mí, entiendes-
- Es por mi abuela verdad, ¿será una sorpresa? Está bien no le diré a nadie, adiós pajarote.
Se va con dos cubetas de agua rumbo a su aldea sin dejar de sonreír. Murmuras su nombre mientras regresas a tu escondrijo –Darío-

Tus huesos empiezan a doler. Pronto ya no sentirás sino el dolor de aquellos a los que haz empujado al vacío, abandonado en las llamas, aquellos que murieron por que se les murió el corazón, por que los mato el cáncer, por ti. Aquellas almas sin rostro que no titubeaste en aferrar, y que ahora te penetran y te atormentan, sólo puedes detener el dolor con la vida del niño, no tienes por que cargar con este dolor. Dudas, hoy dudas de ti, y lo piensas aún estando a contrarreloj. Es sólo un niño.

Darío juega con su perro y su hermanita a un lado de su casa. A pesar de la sorpresa que le causo verte no le ha contado a nadie, por que quiere que sorprendas a su abuela. Lo observas en las sombras, el perro te huele y ladra descontrolado, alterado. Te acercas silencioso al ver que su hermana se había llevado al perro. Darío sintió tu presencia desde mucho antes, y antes de que llegues a él, te saluda mientras juega con un escarabajo grisáceo que trataba de huir desesperadamente.

- Hola pajarote, ¿ahora si tienes hambre?- te pregunta, con la misma sonrisa dibujada en el rostro.
- Debes venir conmigo.
A pesar del tono sombrío que intentas adaptar para imponerte, él no se inmuta.
- Bueno, deja le aviso a mi ma’ y que no se me enoje, ¿pero me traes antes de la noche verdad?, le voy a decir-
- No- ruges, irritado por la inocencia que derrama ese pedazo de carne sonriente- No le puedes decir a nadie, tenemos que irnos solos, ahora.
- ¿Y mi hermanita, Rosita no le dice a nadie, ándale ¿Puede ir?
- No, no puede ir nadie más, vamonos-
-Pero quiero preguntarte pajarote… ¿Me enseñarías a volar?
Lo miras, no tienes la fuerza, te ha ganado la inocencia y ante la derrota de la voluntad te sientes vivo. ¿Vivo?

Decides esperar, un poco más. Darío cuenta sus historias, historias que detienen tu dolor, escuchas complacido; le gusta bailar, le gusta correr hacia el río y luego nadar todo el día, le gustan las tortillas de su abuela y jugar con insectos y con flaco, su perro. Cada palabra te deleita, te anestesia ese ardor, tanto que no te das cuenta que el día se ha esfumado, la luna resplandece en el cielo y Darío se va. – Se va a enojar mi ma`- se despide con un gesto en la mano y esa sonrisa. Maldita sonrisa.

Ploc, ploc, ploc. Suena el goteo del manantial que emana en esa montaña de cristal. Ploc, ploc, ploc. No estás tranquilo, tus pensamientos son un debate entre tu sed de fechoría, de sangre y las historias del niño, que tan difícil sería hacer una excepción ahora. Equilibrio –piensas- no puedo perdonarle la vida, no puedo detenerme ahora-.
Tu soledad te escucha, pero sabes muy bien que es lo que tienes que hacer. Y lo tienes que hacer ya.
Es inútil postergarlo, lo haz entendido por fin.

La mamá de Darío tapa al niño que ya duerme y lo besa en la frente. El cuarto es muy pequeño y dos hamacas cuelgan de la pared, la hermana duerme del otro lado, más pequeña. Estás parado en la ventana, pero la mujer se va sin verte.

Darío abre los ojos y te voltea a ver con ojos húmedos y tristes.
- ¿Me voy a morir? Mi mamá nos contó un cuento sobre ti, un ave de hueso y que los que te ven es por que se van a morir, dice que sólo mueren los enfermos y los viejitos, ¿estoy enfermo pajarote?- Te remuerde su inocencia.
-Así es, algo en tu sangre, lo siento así debe de ser.- estás agotado, dudas de nuevo, su serenidad es increíble, como si preguntara cuando dejara de llover.
- Me dijo también que si nadie muriera las cosas no serian iguales. Que al enterrar a los muertos la tierra alimenta a los árboles sigan cantando y den frutos, para que las aves vuelen libres y el río siga reflejándonos la noche en el día y al revés. Yo no quiero que nada de eso cambie, me gusta oír cantar a los árboles y comer frutas y andar en el río y despertarme con el murmullo de los pájaros en la mañana y ver la luna siendo el sol. No quiero que se acabe nada de eso, sólo te quiero pedir una cosa-
-¿Qué es?
-¿Puede ir con nosotros mi abuela?

sábado, 15 de mayo de 2010

El Sueño

Sí, sí, es por lo que le dije en la llamada, apareció antier apenas. Estaba yo acostado, dormido, tenía una pesadilla. Caminaba por mi casa y me observaban, las cosas, los muebles hablaban. Sentí tanto miedo. Había humo en el aire y de pronto ella aparece y me susurra en el oído, no me acuerdo que fue. Luego despierto agitado, sudoroso y cuando volteo, la veo a mi lado dormida. Ahogue el grito para no despertarla, me asuste mucho y no entendía que pasaba. Me pare y fui al baño, temblaba todavía. Lave mi cara y escuche que tocaron la puerta, ella tocó la puerta. Dijo que si estaba bien, me pregunto y me dijo amor. Abrí la puerta para verla, era la mujer del sueño. Me dijo que ya me fuera a dormir. Le juro que jamás la Había visto en mi vida. No he podido dormir desde entonces.
Ya de día estaba muy nervioso, aun no se iba, me preparó el desayuno y se sentó conmigo. Siempre le pongo tres cucharadas de azúcar a mi café, y ella lo sabía, me lo sirvió igual. Luego hablaron de mi trabajo y les dijo que estaba enfermo, que ya mañana estaría bien. Me la pase acostado, no quería dormir, pero tampoco estar despierto, la mujer seguía observándome. Hoy antes de venir salió a la tienda y compro el filadelfia para mi pan. Todas las mañanas lo desayunaba con pan, y se había acabado. Regresó y me platicó que habían asaltado la tienda y estaba lleno de curiosos. Sabia donde estaba todo, era como sí me hubiera observado mucho tiempo. Pero yo la recordaría no, si fuera mi esposa tendríamos fotos o habría ropa de ella, pero busque y no había nada. Hable para venir a verlo y ella se ofreció para acompañarme, dijo que estaba muy alterado y era peligroso. Luego manejó hasta aquí, le juro que no es mi imaginación, hasta su secretaria la saludo. Y me pone muy inquieto, está allá afuera, esperándome, y no sé qué hacer doctor. Le juro que no es mi esposa, nunca la había visto. De verdad. Ah sí, ya recordé qué me susurro, me dijo, ella dijo estas muerto.
-Pase señora. Vera, siéntese por favor, su esposo presenta un cuadro de esquizofrenia avanzada, esto comprende las alucinaciones y su aparente amnesia, dice no acordarse de usted e incluso, creo que es lo más preocupante, estaba hablando muy enserio. Le voy a recomendar que lo lleve a una clínica, por su bien, es mejor que le atiendan la enfermedad antes de que sea muy tarde.
-Muy bien doctor, ¿algo más?
-Si señora, aun hay algo que me inquieta. Dijo que usted había escondido sus pertenencias, ¿Su esposo tenia estas alucinaciones antes?
-No lo sé doctor. Literalmente lo acabo de conocer antier.