jueves, 17 de febrero de 2011

El último truco

El último truco

“Ahora me precipito hacia el comienzo, hacia la idea que pudo haberse formulado con un pequeño atado de palabras, pero que hasta el término del trayecto se me presentó.”
Guillermo Samperio

A Alexander, por nunca desaparecer.

Me gusta la magia, siempre me ha gustado. Pensar en esos actos arcanos y místicos me hacen sentir un infante otra vez, transportado varias décadas hacía un pasado distante, sentado frente a ese gran mago que fue mi tío Alejandro. Un augurio de calvicie se percibía cuando se quitaba su sombrero negro mate, en el que metía el brazo casi en su totalidad y sacaba una enorme liebre blanca de rojos ojos que parecían estar tan asombrados como los míos. Mi truco favorito, sin duda, era cuando el tío se escondía bajo un mantel, se subía a la mesa y se lanzaba hacia nosotros. El mantel caía ligero sobre nosotros, mientras el tío Alejandro tocaba desde afuera la puerta de la entrada. Yo idolatraba a mi tío en cada ocasión que tenía, y mi padre un poco celoso me decía “Sólo es una ilusión”. El tío decía que la única ilusión estaba en nuestra cabeza, que esa ilusión se empeñaba en negar lo obvio, luego tocaba mi oreja y me daba una moneda de plata. El día que mi tío murió tendría yo unos 9 años. Todos y cada uno de mis familiares lloraron desconsolados un manantial de lagrimas que parecían no tener fin, mientras yo observaba calladito, sintiendo como desde su lecho mi tío me guiñaba un ojo. Lo esperé sentado frente al enorme ataúd dorado, cuando por fin nos dejaron solos abrí el féretro y me asome, tratando de escuchar su respiración, su corazón de mago. “Este es tu gran truco verdad”. Dejé la tapa abierta y me senté cargando con el cansancio. Entre pestañeos alcance a distinguir a mi tío saliendo del ataúd, cerrando la caja, acomodándose la corbata, sigiloso. Al verme puso su dedo sobre mis labios para que callara y salió por la puerta de atrás. Fue la última vez que le vi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario