jueves, 9 de mayo de 2013

Caminos de plata

Abre a: Ext. Calle. Noche. Blanco y negro. Ellos esperan frente al templo, bajo el cielo cubriendo la plaza. El suceso les ha llamado a interrumpir su descanso. La voz se corrió rápido, la visita causó furor. Mujeres se ven al espejo imitando algún gesto dramático, una risa encantadora o una mirada apasionada. Algo que conmueva, cautive al señor Figueroa. Los niños corren despreocupados. Los hombres comentan que no hay persona más talentosa que él en el cine nacional. La multitud aguarda. Int. Iglesia. Noche. Entre aplausos y vitoreos llega Figueroa, con su asistente, una joven de cabello y ojos obscuros, y su productor, un gordo con lentes de pasta que asiente con la cabeza todo el tiempo. Figueroa encuentra el empedrado perfecto para narrar la historia. Le parece que la iglesia también irá bien. Con una cámara comienza a recorrer los pasillos iluminados por cirios. Los lugareños se han acomodado en las viejas bancas. El espacio lúgubre y el silencio de la noche le recordaba a lo que Carlos Velo buscaba para su Comala cinematográfica. Yo la hubiera hecho aquí, le dice al productor que asiente. Parado frente al retablo le pide a la multitud paciencia. Ha esperado décadas para su debut, les suplica esperen a un poco menos que eso. El silencio predomina de la cornisa hacia adentro. No llega la mañana y el realizador comienza a seleccionar entre la concurrida asistencia a su Ava Gardner, su Dolores del Río, su Silvia Pinal. Nerviosas, las damas, más nervioso el director. Que no se precipite, que tienen toda la noche, le dice su asistente. Ningún hombre era realmente apuesto. Nadie que se pareciera a Burton, Rambal o a Eastwood, pero no era lo que él buscaba. Lo que necesitaba eran esas miradas abismalmente profundas. Escogió a sus dos actores y a su actriz protagonistas sólo con su aspecto. No hubo necesidad de que leyeran el guión. Ext./ Int. Auto. Noche. A bordo de la camioneta Ford 65 se ilustra el drama. El coche da vuelta entre las calles angostas. Una mujer confundida engaña a su esposo con el mejor amigo de éste, tratando de compensar el amor de uno con el deseo del otro. A pesar de eso, la trama parece secundaria en contraste con la soledad impregnada en el tiempo. Cada lágrima que derrama la dama se escurre sobre su piel seca y arenosa, desvaneciéndose en el camino. No repiten la toma. Es perfecta. La atmósfera de esa eternidad suspendida en el vacío. El papel del esposo y del amigo fueron para dos hermanos. Ambos toman a la mujer con arrojo, con el deseo que la inmortalidad retiene. Los besos le estrujaron el pecho al director, que veía nacer su ópera prima, su obra maestra. Int. Casa. Noche. En la escena final el esposo y el amigo se baten en un duelo a muerte, destrozando la casa, mientras la mujer trata de interceder sin éxito. Como el melodrama lo requiere, se consuma el sacrificio de la doncella, quien cae golpea el ventanal, haciendo que este ceda. Cae con un golpe certero en el suelo, golpe ligero, pero perdiendo al hijo que llevaba en su vientre sin saberlo. Ambos hombres se quedan despedazados, dejando ir un hijo cada uno, lloran abrazados sintiendo ese dulce olor a muerte. Int. Iglesia. Noche. Una multitud se congrega en el templo, sosteniendo las velas que regalan una infausta iluminación al rostro de la mujer, que carga con la culpa y el dolor. Dos hombres se esconden de las miradas, se sumergen en sus lamentos. La mujer va cruzando sola el pasillo. La toma cenital permite incluso arrancarle los recuerdos. Hincada frente al altar reza al santo patrono y le llora al hijo perdido. A la muerte consumada. Corte final y queda. El rodaje termina con la luna en lo más alto. La gente aplaude ante la despedida del héroe que revivirá su tierra, que sacará del polvo sus nombres olvidados. Se despide el cineasta con la promesa de volver con la obra terminada, con la gloria y la fama para su gente. Figueroa sabe que Buñuel, Fernández y Gavaldón estarían celosos. Pero no basta con eso. Tiene que crear algo nunca antes visto, superar a sus ídolos, callar a sus detractores. Comienza el montaje del filme encerrado en su estudio, envuelto en ese mutismo expectante de la noche. En búsqueda de vencer la majestuosidad del entorno con una historia igual de fuerte, una combinación perfecta entre forma y sentido. Figueroa se queda por años dentro del silencio, en la espera de la fórmula secreta. Al final la gente se cansa y el pueblo regresa al anonimato. Y en la eternidad se queda esperando. Cierra a negros.

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